jueves, 8 de septiembre de 2011

La Naturaleza, Agredida, Agrede…


Víctor Toledo escribía, hace unos años ya, que “la naturaleza, agredida por las cuestiones perversas de las alteraciones de sus metabolismo, provocados por nuestro modelo civilizatorio productivista industrial, reacciona globalmente, transformándose en un actor político. No solamente prosigue a tasas aceleradas la destrucción del conjunto de los ecosistemas terrestres y acuáticos, sino que la salud global del planeta parece estar gravemente comprometida, según indican los síntomas del efecto invernadero o de la disolución de la capa de ozono, a causa de la marcha desenfrenada de la humanidad durante el breve lapso de los dos últimos siglos”.
Esta aseveración es inequívoca. Es decir, cuando la naturaleza se resfría, el planeta entero tiene pulmonía. Si no veamos los mensajes claros y cotidianos, en el último tiempo, que nos viene enviando la naturaleza: el terremoto de Haití; el katrina en EEUU; el terremoto que desbasto Chile; el tsunami catastrófico de Japón; el tsunami de Tailandia; etc.
O sea, cuando la naturaleza se expresa, hay que escucharla y comprenderla, porque ella es sabía y siempre busca su equilibrio necesario para sobrevivir. Aunque, en busca de ese equilibrio, destruya las obras materiales y las civilizaciones que estén en su camino; porque, quien sabe, esa es la manera más eficiente y eficaz que posee la naturaleza para construir y sobrevivir.
Cabria preguntarse, entonces, si la destrucción que lleva adelante la humanidad sobre la naturaleza circundante, no es parte integral de una manera de vida consumista y autodestructiva que posee la sociedad. No obstante, en esta guerra constante, entre naturaleza y sociedad, seguramente la victoria no estará de nuestro lado, ya que el entorno es intratable en esta batalla ya liberada, porque su fuerza y potencia son demasiado para nuestra resistencia.
Sin embargo, y en forma paralela, como sociedad y con este nivel de vida consumista y autodestructivo, nos dirigimos inevitablemente hacía una catástrofe ecológica-ambiental prácticamente insuperable. Porque, a diferencia de la vida del siglo pasado, la gestión actual es insustentable ambientalmente, porque tiene como lógica conductora los principios consumistas y expropiatorios de la vida cotidiana del capitalismo.
Por todo esto, es que es urgente y necesario invertir e incorporar un elemento de equilibrio, entre sociedad y naturaleza, a este modelo ineficaz y distorsivo, de características caóticas, desde el punto de vista ecológico-ambiental.
Es imperativo abandonar la improvisación e incertidumbre que nos caracteriza como sociedad para proceder a desarrollar una característica sustentable en materia ecológico-ambiental. Dejar de lado nuestra cultura consumista y ahondar en busca de la sustentabilidad como lógica y cultura a largo plazo, protegiéndonos de la naturaleza y protegiéndola a ella de nuestra depredación, es fundamental para mantener la biodiversidad y la calidad del ambiente para el futuro.

Nicolas Pepicelli
walternicolasp@hotmail.com

viernes, 22 de julio de 2011

La Ecologia que debilita la Economia

porque la economía ilimitada destruye la ecología......

La realidad que prima entre nosotros, es la de vivir en el corto plazo. Esta forma de vida, genera daños y perjuicios severos a largo plazo, para una economía y para la naturaleza. Porque muchas, sino la mayoría, de las actividades económicas que emprendió una sociedad determinada, a lo largo de su historia, generaron impactos negativos que han venido afectando el bienestar y la calidad de vida de las personas. Esto, no solamente en el proceso inmediato, sino que, y más importante aún, a lo largo del tiempo; porque como dijo J. M. Keynes: “en el largo plazo todos estamos muertos”.

Este desprestigio constante de los seres humanos sobre los recursos mas indispensables que nos “dan de comer”, se transforma en una realidad que degrada los recursos naturales y perjudica el bienestar social a largo plazo. Ya que, esto, conlleva a la perdida del poder del suelo para rindes agrícolas, dando como resultado la merma en los rendimientos del sector agropecuario. Esta disminución, puede llegar a ser fatal porque, seguramente, ocasionará hambrunas, que han de sufrir los países más pobres por no poder contar con los recursos monetarios necesarios. O sea, que la escasez de alimentos la sufrirán aquellos que más necesitan y, comúnmente, donde se generan los mismos.

Por ejemplo, la pérdida de bienestar que puede experimentar una persona dentro de cincuenta años, por culpa de la disminución de los rindes, llega a estimarse en un 30%; aunque no se sabe con seguridad si no llega a ser de alrededor del 200%, debido a una variedad de factores, entre los que se incluye a una disminución del lado de la oferta, por el decaimiento en los rendimientos productivos, y a un aumento del lado de la demanda, por su calidad de bienes indispensables para la vida, crecerá más que proporcionalmente.

Cuando, siguiendo los ejemplos, se transforma un bosque tropical en terreno agrícola, se transforma capital natural en capital económico, y se sacrifican, ineficientemente, dos funciones del propio capital natural: por un lado, se pierde un depósito de carbono y, al mismo tiempo, un secuestrador del mismo. La perdida del primer servicio ambiental, sin más, afecta las posibilidades de consumo de la sociedad; y la perdida del segundo servicio, afecta las posibilidades de inversión de la misma sociedad.

De esta manera, vemos que cuando se modifica la capacidad y utilidad de un determinado recurso natural, en este caso un bosque tropical, en la gran mayoría de los casos el impacto se deja sentir durante demasiado tiempo, incluso, a veces, de forma irreversible. La transformación del bosque tropical del ejemplo anterior, puede suponer la perdida de un determinado acervo de diversidad biológica, entre otras cosas; siendo esta perdida, posiblemente, un impacto negativo irreversible para la naturaleza y, en efecto, para la sociedad y las personas que la habitan.

Por todo esto, es que se hace necesario, en el contexto de la toma de decisiones con respecto a la problemática del ambiente, no perder de vista que algunos impactos de la actividad económica harán pagar sus daños varios años después. Este es el caso, para mostrar otros ejemplos, del cambio climático, de los residuos nucleares, de la perdida de diversidad biológica, entre otros.

Como la naturaleza es un patrimonio mundial común del ser humano y que todas las personas, sin importar raza, religión o nacionalidad, tienen el mismo derecho a disfrutar sus servicios básicos; todos, independientemente, del momento de la historia que les toca contar. Es que se hace fundamental mirar a largo plazo y cuidar, sin temores, el medio ambiente para que la economía no destruya a la ecología….


Nicolas Pepicelli

walternicolasp@hotmail.com

jueves, 7 de abril de 2011

La Energía como base del Desarrollo Economico


Indudablemente, uno de los principales limitantes de la economía nacional, y que genera incertidumbre futura, es la energía. Si pensamos en ésta como el combustible que hace mover el motor de una economía cualquiera, podemos ver cuan importante se convierte ésta en el desarrollo y constante movimiento de los engranajes económicos de un país. Pensemos en como éste carburante hace que el motor de la economía funcione adecuadamente, llenando de liquido los engranajes que mueven a la misma, para que las variables económicas fundamentales, de la micro y macro, sigan funcionando por sus causes normales.

Si pensamos así, podremos ver que las desinversiones que se fueron produciendo a lo largo de la década nefasta de los noventa, que afectó significativamente el desarrollo más igualitario y sustentable de la economía argentina, han perjudicado e hipotecado el futuro nacional.
Pensemos a ésta, como parte integral de un plan de desarrollo sustentable a largo plazo. Pues, sabiendo la importancia del uso racional de la misma, la energía contribuye a mejorar la situación de las diferentes dimensiones, ya sea social, económica o, sobre todo, ambiental. Por ello, es que se dice que puede ser usada como una herramienta, no única, sino más bien dentro de un combo de herramientas, para mitigar la pobreza extrema.
Así, nuevamente, vuelvo a avisar que la gran desinversión acaecida en la década de los noventa fue de tal magnitud, que estas dimensiones han sufrido sobremanera. Pero, ninguna tanto como la pobreza. Veamos esto en números: la pobreza al final de la convertibilidad ascendía a 18,2 millones de personas (ó, el 51,4% de la población). O sea, más de la mitad de los compatriotas estaban inmiscuidos en la pobreza.
En el caso de la energía, se calculaba que carecía de inversión por alrededor de los $200.000 millones de dólares. Cuestión fundamental para entender el atroz avance de la pobreza e indigencia en nuestro país en la década. Sin embargo, esta carencia no fue la única culpable del quebranto social que termino, en el año 2001, en un estallido y revuelta jamás pensada para una sociedad en pleno desarrollo, cuando por el año 1970 la mayoría de los indicadores económicos, sociales y políticos eran semejantes a los de un país desarrollado.
Posterior a la crisis de la convertibilidad, sobrevino una época de bonanza acompañado por políticas que ayudaron a las mejoras. Porque, si pensamos a la economía nacional como un barco en medio del mar, el viento que sopla y mueve a éste barco vendría a ser la economía internacional. Así que, si no izamos las velas para el lado que corresponde, solamente el viento no nos podrá guiar. Necesitamos de un marinero que eleve las velas para el lado del viento.
Fue así que, a partir del 2003, se vislumbra un cambio de rumbo de la política económica en nuestro país. Es que el estado volvió a asumir un rol protagónico en el escenario de la energía, pues se comienza a ver a esta como un recurso estratégico de seguridad nacional, en toda America Latina, donde argentina no hace a la excepción. Aunque sin mayores logros a corto plazo.
De esta manera, es que comienza a utilizarse toda la capacidad ociosa que dejo la crisis de la era Menem y se materializan inversiones menores. Si bien, estos alivian la pobreza y las demás dimensiones, no podemos pretender que contribuya sobremanera a mejorar estos indicadores sociales. Es por eso que se necesitan de un combo para mejorar el desarrollo social, económico y ambiental.

Para ir finalizando, se debe notar la influencia que tiene la energía como combustible para el motor de una economía. Sin lugar a dudas, la energía mueve completamente a la economía. Porque, garantiza que se desenvuelva eficientemente la industria, el agro, el comercio y los servicios.
Pero, ahí deviene el problema, cuando el aumento de la demanda de energía no es acompañada por un significativo aumento de la oferta generado por las inversiones necesarias, es que se irrumpe el tramo de crecimiento y se generan cuellos de botella que complican el buen funcionamiento de estos sectores. Así viene sucediendo desde hace un largo tiempo en nuestro país.
Si esta tendencia no se revierte, si no si invierte lo necesario (y más también), los sectores no se podrán desempeñar eficazmente y puede devenir una crisis, ocasionada por la falta de energía para que la economía funcione como corresponde. Es de esperar, si queremos un país en serio, que la tendencia se revierta.